La frase provocó un shock y su autora, Liliana Ripoll, síndico de la quiebra del Club designada a mitad de 1998, tuvo su fama efímera. De hecho, a 25 años de aquel episodio, sólo se la recuerda por su breve testimonio ante las cámaras de TV, en la era predigital: "Racing ha dejado de existir". La funcionaria se equivocó en su sentencia. Racing siguió existiendo hasta alcanzar, en la última década, una salud rebosante y una prosperidad firme, fecunda en diversos campos.

El proceso, por supuesto, no fue lineal, como corresponde a una recuperación luego de una severa crisis. La reacción inmediata y el sostén de hinchas, socios y socias fue el primer dique de contención, el respirador que se puso en funcionamiento con una reacción popular a la altura de la grandeza de Racing. Y luego se sucedieron diferentes etapas institucionales hasta que la democracia regresó al Club, a fines de 2008, para que los socios y socias pudieran ejercer su derecho a elegir autoridades luego de más de diez años. Y en ese camino de reconstrucción, Racing se volvió virtuoso, ahora fuerte, recuperado y sólido como consecuencia de un período, el que comenzó a principios de los años 2010, de gestión paciente, organizada y con objetivos que se fueron cumpliendo en tiempo y forma.

Ahí está Racing, en este milenio, alejado de los edictos judiciales. Una institución que respira con salud robustecida: afirmada entre los tres grandes del fútbol argentino, con éxitos futbolísticos (cinco títulos, entre Liga y Copa, desde 2014), deportivos, crecimiento en infraestructura (el desarrollo del Predio de Ezeiza y la consolidación del Tita son dos ejemplos) y una economía que le permite formar planteles cotizados sin generar deudas, con planificación y asignación de recursos de manera ejemplar.

Racing vive y proyecta mucho más...