Efemérides

Nuestro último gran héroe

Miércoles 31 de Marzo de 2021
Hoy se cumple el segundo aniversario del título de Liga más reciente de nuestra historia: la Superliga 18-19. Un tanto de Augusto Solari le dio a Racing el punto que necesitaba para volver a festejar tras la consagración del 2014 y así obtener su decimoctava estrella en torneos locales. Un grito de campeón que se emitió bien fuerte en cancha de Tigre, pero resonó en el Obelisco, en el Cilindro y en cada lugar del mundo en donde flameó una bandera académica.
Nuestro último gran héroe
Imposible no haberse emocionado en ese momento al ver las lágrimas de Lisandro López adentro de la cancha, cuando el pitazo final del árbitro no había sonado. Imposible no emocionarse ahora, cuando ya esa imagen del banco de suplentes desbordante de alegría y cánticos de campeonato en el Estadio José Dellagiovanna se ha transformado en un recuerdo glorioso que este miércoles cumple dos años dentro de los anales de la memoria académica.

Licha fue el emblema adentro de la cancha, tal como lo fue el Chacho Eduardo Coudet del otro lado de la línea de cal. Y a la misma altura que ellos estuvo un plantel de futbolistas conformado tanto por figuras de jerarquía nacional e internacional como por pibes con hambre de gloria, que le entregaron al equipo la cuota de aplomo y experiencia necesarias para sobrepasar los momentos en los que fue necesario hacerlo, así como el vértigo requerido en esos instantes en donde la explosión era impresindible para imponer el fútbol propio a base de goles y de buen juego.Todos ellos certificaron en ese momento en la cancha de Tigre que la alegría fue, es y será de la Academia.

El gol marcado por Augusto Solari esa noche gracias a un tiempismo propio de los que siguen las jugadas aún cuando todo les hace suponer que no deben hacerlo, valió un empate que a su vez se materializó el decimoctavo título oficial de la Academia en Primera División. Por esa vigesimocuarta fecha de la Superliga 18-19. Racing dio la vuelta. Como su gente pedía. Como su equipo merecía. Con 56 puntos. Con un fútbol de alto vuelo. Con un corazón enorme. Y por eso festejó esa noche. En Victoria, en el Obelisco, en el Cilindro, en Avellaneda y en mundo entero.

¿Alguien acaso podía imaginar que el equipo de Eduardo Coudet iba a intentar hacer otra cosa? Si hasta ese partido definitorio sus dirigidos habían llegado hasta ese lugar de privilegio jugando de una determinada forma, entonces esa forma debía plantarse en la cita decisiva. Y así se lo hizo. Con la pelota y el campo a su favor, con Matías Zaracho como armador, la Academia buscó imponer condiciones desde el arranque. Tuvo paciencia para mover la pelota de un lado a otro y lucidez para encontrar huecos. Pol Fernández, recostado contra la izquierda, halló sitio para lastimar y su sociedad con Eugenio Mena produjo peligro. Sin embargo, la más clara vino desde el otro sector y, carambola mediante, Darío Cvitanich falló una ocasión inmejorable. Un rato más tarde, Lisandro López dispuso de una chance bárbara que el arquero se encargó de eclipsar. Gabriel Arias apenas tuvo que controlar algún remate de media distancia y el cero sonó injusto cuando llegó el descanso. 

En el complemento y ante la presión más alta del rival y equilibró la tenencia, aunque sin llegar a producir situaciones. Como el fútbol es un misterio irresoluble, Racing dio con el gol justo cuando no dominaba el desarrollo: a los 11 minutos tras una equivocación del arquero Gonzalo Marinelli llegó la pericia de Solari para dejar su sello en la red. Sin margen para especular, los locales arriesgaron con los cambios y Racing se acomodó a la espera del espacio. Y de contragolpe pudo haber liquidado el encuentro, pero no le salió la estocada en los últimos metros. Hubo una de Licha que dio en el travesaño y varios avances a los que les faltó algo de precisión. Sin sufrir pero con la tensión de estar a nada del objetivo, la Academia atravesó el final con la certeza de no desviarse del camino. Así se escuchó el silbato. Así se consagró el equipo. Así volvió a gritar campeón.

Arias, uno de los puntos altos del plantel campeón, repasó tras el primer anivesario de la histórica gesta algunos de los detalles más notorios dentro de la notable campaña: “Ya en la preparación y en la convivencia se fue armando una base firme para apuntar alto; la armonía grupal fue clave. Nos fuimos afianzando colectivamente y, de a poco, eso nos fue llevando a darnos cuenta de que era posible”, afirmó el arquero que también se refirió a los puntales que a su entender tuvo el equipo. “El cuerpo técnico, con el Chacho a la cabeza, y los más grandes del plantel, los de mayor experiencia, marcaron el camino que debíamos seguir. Coudet siempre insistió en no mirar más allá de la fecha que debíamos jugar y eso hizo que mantuviéramos los pies sobre la tierra”, dijo el guardameta académico en esa ocasión. Y de más está decir que hasta hoy él sigue teniendo razón con esas afirmaciones que perduran hasta nuestros días.

Como hace dos años con la consagración en cancha de Tigre. Como hace 365 días atrás en que el recuerdo de esa jornada histórica resonó en el Cilindro. Como hoy en que se cumplen dos años de nuestro último grito sagrado por torneos locales. Ayer, hoy y siempre se recordará ese grito con un gesto de sonrisa inalterable y con el puño apretado bien el alto, mientras se escuche el eterno "¡Racing campeón!, ¡Racing campeón!".