Llegan desde lejos a Avellaneda. En algunos caso, lo hacen desde muy lejos. Traen consigo los sueños y las ilusiones de aquellos chicos que sueñan con triunfar en eso que eligieron para seguir adelante en sus carreras. De los que ya saben que quieren transformarse, para lograr que el fútbol deje de ser tan sólo una pasión, para pasar a ser una profesión; una forma de vida. Y Racing Club los recibe una vez más, como lo viene haciendo desde hace un tiempo. Les abre sus puertas con el objetivo de que su paso por la institución deje una huella positiva desde el mismísimo momento en que pisan el Cilindro, duermen en la Casa Tita o se entrenan en el Predio Tita Mattiussi.

A lo largo de este 2017 y como viene sucediendo desde hace algunas temporadas, volvió a realizarse con éxito el programa de pasantías deportivas que lleva adelante el Departamento de Fútbol Amateur de la institución. El mismo está orientado a recibir a jóvenes futbolistas de distintos lugares del mundo que estén transitando la fase final de su etapa formativa. Durante el presente año se contó con la presencia tanto de chicos de Estados Unidos y Colombia, como así también de argentinos radicados en el exterior y se planea continuar con el proyecto durante éstos meses al igual que durante el año próximo.

Los futuros futbolistas viven una experiencia en primera persona y desde distintos ámbitos, siempre con un sólo denominador común: Racing. Se hospedan en la Casa Tita del estadio y se entrenan con un regimen exacto al que rige a las Divisiones Juveniles. A lo largo de su estadía visitan tanto el Cilindro cuando hay partidos de la Primera División, como otros espacios académicos relacionados con los distintos deportes que se desarrollan en el club. Además, como detalle final y para llevarse un recuerdo más de su paso por la institución, a cada uno se le obsequia una camiseta oficial de la Academia.

Algunas vivencias en primera persona marcan lo importante de este programa laboral que se implementa desde el área futbolistica a nivel formativo. La premisa no es buscar talentos escondidos, sino lograr que el racinguismo trascienda las fronteras con el fútbol como bandera. De esta forma por ejemplo lo vivió Joaquín Acosta Ghioldi, un chico categoría 2001 que vive en Los Angeles y vino al país por segundo año consecutivo. La experiencia no sólo le dejó un aprendizaje deportivo sino de vida, así como también muchos amigos en éstas latitudes. El caso del norteamericano John White IV fue similar. El nacido en el 2000 en Carolina del Norte se entrenó durante varias semanas junto a los chicos del Predio Tita. Y antes de regresar a su tierra dejó amistades, goles, así como la premisa de volver en el corto plazo. El mismo sentimiento que invadió al colombiano Juan Felipe Muñoz Rodríguez (2003), que vivió algunas semanas en Avellaneda un par de semanas durante el último invierno y planea regresar en cuanto el cupo de pasantías le brinde esa oportunidad.